10.2.16

La habitación, una película sobre la propia vida.


En La habitación, dirigida por Lenny Abrahamson y basada en la novela de Emma Donoghue, el amor es una fuerza que dinamiza la visión del mundo y a la vez justifica la perpetua tensión, esto es, el tiempo sin más impulsos que la salvación y la ruptura final. Los espectadores siguen a la vida de la madre-Brie Larson- y su hijo Jack-Jacob Tremblay- encerrados en una habitación pequeña sin poder escapar. Desde el principio, se nota el mundo pequeño de la habitación como si fuera el nido de dos pájaros aprisionados, cuya “a” abierta hace eco al propio amor y a la lucha por sus condiciones normales al igual que a sus ilusiones. No nos extraña que el director pase por alto la narración del secuestro con el fin de llamar nuestra atención exclusivamente sobre su tema central ante un lugar infraterrenal, donde los demonios habitan. De aquí que el secuestro sirva de antesala para abordar la dificultad dinámica de sobrevivir bajo situaciones de emergencia. 

En La habitación, finalmente, el hijo de los cinco años logra escapar gracias a lo que su madre ha inventado y aprovecha la oportunidad de fingir estar muerto. Así, al amparo de su hijo, la madre no desespera. Sigue esperando hasta que los policías la encuentren en la choza. En cuanto a la emoción, la esperanza, que en Abrahamson funciona tal como la describió Antonio Gramsci-“Pesimismo del espíritu, optimismo de la esperanza”-, nunca deja de mantener un papel importante. También el hijo, Jack, ofrecerá su “fuerza”, su pelo, a su madre para que vuelva a casa después de haber conciliado las dos naturalezas, la parte material y la parte espiritual, dentro de sí misma. Es una película que aproxima también los asuntos de la falta, del dolor y de la madurez a través de formas fílmicas más libres y renovadoras. Venga de donde venga, la madurez significa conciencia, el conocimiento que el mundo está lleno de sobreinformación, lo que implica la frustración. Contrariamente a este hecho, sin embargo, las imágenes fílmicas de la naturaleza-las de las hojas caídas-aportan serenidad a la película después de la tragedia, mientras la última parte remata el tema volviendo la atención sobre la relación íntima y fuerte entre madre e hijo. Para cada persona, al fin y al cabo, no hace falta que sea buen padre o buena madre, sólo ser padre o madre es suficiente. Las palabras de Jack nos lo enseñan, lo que evoca la presencia y la participación. En suma, en La Habitación, los diálogos son breves y fuertes como exponen lo esencial, mientras la brevedad se nota también en el montaje. Las interpretaciones, a estas alturas, de los actores se desarrollan en un ámbito natural que parece ser el cobijo contra la sobrecarga de elementos inútiles, cuya comparación en la vida real nos hace amar tanto películas como ésta. Al fondo, me acordé de los versos de Antonio Machado: “Caminante, no hay camino. El camino se hace al andar”. Eso es. 

Título: La habitación 
Título original: Room 
País: Irlanda, Canadá 
Director: Lenny Abrahamson 
Guión: Emma Donoghue 

Reparto: Brie Larson, William H. Macy, Joan Allen, Sean Bridgers, Tom McCamus, Megan Park, Jacob Tremblay, Wendy Crewson, Amanda Brugel, Kate Drummond, Jack Fulton, Cas Anvar, Chantelle Chung, Joe Pingue, Justin Mader

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